En un mundo de rapidez, donde son más los temas por resolver que el tiempo disponible para hacerlo, la buena coordinación y calibración con otros, se vuelve clave para los resultados, tanto materiales como emocionales: paz, tranquilidad, armonía, satisfacción.
Sin embargo, seguro has tenido alguna una mala conversación. Tan mala, que luego de conversar la relación quedó peor y, por supuesto, no se solucionó lo que había que solucionar. Pérdida de tiempo, de energía y un gusto amargo. Tanto así que, seguramente, lo pienses varias veces antes de volver a tocar ese tema o uno similar con la persona en cuestión. Es que las experiencias nos marcan y además determinan el tipo de relación que tendremos esa persona en el futuro. Un lujo que nos cuesta caro…
También es posible que tengas alguna conversación en el tintero que no querés abordar por temer malos resultados: conversaciones pendientes donde lo no dicho empieza a mellar la relación y a socavar los resultados. Te llenás de quejas nunca planteadas, desilusiones y expectativas no dichas o rabietas no expuestas francamente.
El origen de todos los males: querer tener la razón y ver al otro como el obstáculo
Normalmente, nuestra primera reflexión suele andar por los siguientes argumentos: con esta persona no se puede hablar, es difícil, no escucha, está cerrada, no tiene razón, etc. La otra persona se convierte en el obstáculo. Seguramente tengas algo de razón, pero he aquí lo que quiero que sepas: nunca se tiene toda la razón. Siempre, para una situación, hay múltiples enfoques por dónde mirarla y cada uno es complementario, en parte, del otro.
Es que cuando llevamos las conversaciones al ámbito de quién tiene razón, o la culpabilización, empezamos a perder oportunidades de ir a buen puerto con la misma. No se trata tener la razón, sino de descubrir juntos qué hacemos para salir adelante, en algo que necesitamos avanzar. Y sí… Siempre hay algo en lo que ambos queremos avanzar.
Te pongo un ejemplo. El equipo de ventas, presionado cada vez más por el cliente, solicita excepciones de entrega en horarios diferentes al proceso pactado. El equipo de distribución quiere que el cronograma pactado se cumpla estrictamente porque toda la distribución está armada ajustada a esos los tiempos. Cada área mira la situación desde sus necesidades e intereses particulares y desde allí toma su postura. Conversar para hacer una coordinación diferente se vuelve un trago amargo para ambos. Cada persona, tanto de ventas como de distribución, considera que tiene la razón. Entonces, ¿cuáles son los caminos de salida para conversar productivamente y no para generar más problemas?
Subir la mira del problema: ambos en el mismo barco
Pensar que el tema no es mío, que es del otro, o viceversa, es un pensamiento de escasez: el tema es de ambos y es de la organización. Para eso debemos buscar intereses superiores que nos involucren a ambos. Siempre hay algo superior que nos une: en una familia puede ser la armonía familiar, la protección, la salud, etc.
En el caso del ejemplo anterior, los intereses comunes pueden ser: la competitividad de la empresa, la calidad de servicio, la participación de mercado, superar una crisis por la que atraviesa la organización, etc. Encontrar los intereses que nos unen, supone subir la mira del problema que tenés entre manos.
Te puede servir explorar estas preguntas: ¿qué problema estamos teniendo, o podemos llegar a tener ambos, si no solucionamos esto? ¿Qué beneficios nos puede reportar a ambos solucionar esto?
Ampliar la mira del problema: integrar cómo lo ves tú y cómo lo veo yo
Cuando logramos encontrarnos en intereses superiores comunes, nos queda complementar las miradas. Cómo pensemos sobre un tema siempre es parcial. Abrir el juego a otras ópticas es estratégico. Cuanta más información tengamos, estamos en mejores condiciones de seleccionar la mejor alternativa. Es importante para esto, apelar a consciencia a mi capacidad de empatía, apertura y escucha hacia el otro; y mi plasticidad a la hora de ver la situación desde su perspectiva.
La mejor solución es siempre la que favorezca a ambos
Luego de lo anterior, lo que queda es identificar la mejor solución. Llegar a un acuerdo y ponerlo en marcha, haciendo un seguimiento para mejorarlo, si es necesario, o repensarlo.
Nada podemos hacer nosotros solos en un mundo interconectado. Aprender a hacer con otros es clave para poner en marcha todo nuestro potencial.
Aprender a conversar productivamente es el puntapié inicial: te ayudará a andar siempre acompañado y a avanzar con menos desgaste y mayor rapidez.
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