Cuando lo perfecto se convierte en tu enemigo
En algún momento todos hemos dicho, y sentido, que el tiempo vuela. Detrás de esta frase aparece la idea de que el tiempo es una dimensión externa medida por relojes, calendarios, cronómetros, etc., que pasa inexorablemente. No se apiada ni se detiene por nuestras circunstancias e, incluso, por momentos parece que se encaprichara en ir más rápido. Es que junto a la dimensión objetiva del tiempo, hay una subjetiva, que se refiere a lo satisfechos o no que estamos gestionando nuestro tiempo. Sí, nuestro tiempo, tú tiempo, mí tiempo, porque nuestra vida es finita y por lo tanto nuestro tiempo va asociada a ella.
La mejor manera de salir de la insatisfacción es el hacernos cargo de lo que decidimos hacer momento a momento con nuestro tiempo, en medio de nuestras circunstancias, problemas, responsabilidades, compromisos, etc. No desde una manera teórica, sino que desde nuestra propia realidad y con los recursos personales que cada uno va desarrollando.
En posteos anteriores hemos reflexionado sobre la gestión de tiempo (o, deberíamos decir, de nuestra vida) y algunas tendencias que tenemos las personas en esa gestión, que provocan inefectividad e insatisfacción: el multitasking y la procrastinación. En este posteo hacemos foco en otra tendencia: el perfeccionismo.
Con perfeccionismo no nos referimos a hacer las cosas bien, sino que a llevarlas a un extremo de perfección. El perfeccionista pierde tiempo de manera constante en cada cosa que hace. Sí, es cierto que los trabajos quedan excelentes, pero la pregunta es: ¿a costa de qué? Al igual que el multitasking, el perfeccionismo aparece en primera instancia como virtud, lo que puede llevar a las personas que tienen esta tendencia a sentirse orgullosos de la misma y a pensar que es un don. Pero puede ser un verdadero sufrimiento que lo acompañe toda la vida, o hasta que la persona decida cambiar. Sabemos que la perfección es un ideal y, como ideal, es inalcanzable y subjetiva.
Esta tendencia suele aparecer desde niños. Y la persona puede pensar que ese don lo va a hacer exitoso y feliz en su vida. Pero la vida adulta conlleva muchas más responsabilidades: laborales, familiares, que se van sumando en el correr de ella. Querer hacer todo perfecto implica sufrir en cada cosa que se hace y no estar conforme nunca. Empieza otro sufrimiento que quizás en la vida infantil no estaba: no alcanza el tiempo para todo y dejar sin hacer, postergar, dilatar o hacer con menos esmero algo, no es algo que el perfeccionista acepta. No hay flexibilidad ni distinción de lo importante. El que abraza la perfección hará el mismo esfuerzo con el resumen de un informe que nadie va a leer que con el que se presenta a un inversionista. El perfeccionismo tiene el altísimo riesgo de reducir la productividad de una persona y por tanto su rendimiento y eficiencia por la cantidad de tiempo que invierte en cada tarea.
Cuando las personas comienzan a dudar sobre si podrán alcanzar esta perfección idealizada, tenderán a buscar otras tareas menos amenazantes y que estén en su zona de confort; es decir, tenderán a abordar aquello en lo que creen que pueden ser perfectos y, por lo tanto, dejarán de lado la posibilidad de crecer y desarrollarse en otros ámbitos por ese miedo a no lograr la deseada perfección. Es muy complicado salir de ese pozo de insatisfacción si uno no es consciente de lo que le ocurre y más importante aún: si uno no se da permiso para cometer errores.
¿Qué creencias y sentimientos hay detrás?
La creencia dominante es yo valgo en la medida que haga las cosas excelentemente bien. No acepta el error o la equivocación, porque amenaza su valor como persona. Aceptar que el error es humano nos permite convivir mejor con nosotros mismos y con los demás; además nos permite no invertir tiempo de más en trabajos o actividades en general con mejoras que nadie puede percibir.
La insatisfacción aparece como moneda corriente del perfeccionista que la transita mientras corrige una y otra vez ese trabajo. Y cuando el trabajo alcanza las altas expectativas, aparece la insatisfacción por el tiempo demandado: en suma, insatisfacción por donde lo mires.
La indecisión es otro sentimiento que aparece, cuando hay que realizar una tarea, ya que cada trabajo abre múltiples opciones de ser realizado, pero el perfeccionista siente que no puede equivocarse y que debe encontrar el mejor. Surge ahí la parálisis por análisis, que le toma todo el tiempo y genera estrés.
Los rendimientos decrecientes
Parkinson fue un historiador británico que publicó en 1957 Parkinson´s Law. Parkinson estudió el número de empleados públicos de la corona Británica y su efectividad en el servicio que daba a la ciudadanía. Llegó a la conclusión de que cuantos más empleados públicos había, más declinaba la eficiencia, sacando dos conclusiones importantes para nuestro tema, entre otras:
- Todo trabajo se expande hasta llenar todo el tiempo: más tiempo le das, más tiempo ocupa.
- El tiempo dedicado a cualquier asunto es inversamente proporcional a su importancia.
En resumen, el valor de una tarea no crece proporcionalmente al tiempo que se le dedica.
La estrategia contra el perfeccionismo
Obviamente, como en toda tendencia hay graduaciones. No todo es blanco o negro y el volumen de perfeccionismo que tengamos en nuestra vida puede variar de persona a persona. Pero si sientes que esto es un problema que afecta tu productividad, he aquí algunas pautas de cómo superar esta tendencia:
• Toma conciencia de que tu nivel de perfeccionismo es elevado y está siendo un
problema.
• Conversa contigo mismo diciéndote:
• Que tu autoestima no reside en los logros, sino en tus comportamientos: tu valor no
está en tu título, ni en tu trabajo, ni en ese informe, tu valor reside en muchas más
cosas que haces en tu vida.
• Date permiso para cometer errores y aprender de ellos: no existe el 0 error. Sé
tolerante contigo y eso te va a llevar a ser tolerante con los demás.
• El valor de tu trabajo reside en hacer lo que te propusiste, en el tiempo propuesto,
no en la perfección inalcanzable.
• Pon un límite de tiempo a cada tarea: analiza bien la tarea y define cuánto te puede
llevar; convierte eso en un objetivo.
• Ponlo en tu lista del día y clarifica el alcance: qué es lo vas a hacer en ese tiempo
detalladamente.
• Cuando estés ejecutando la tarea, poné atención a si te asalta la insatisfacción y tu
tendencia al perfeccionismo. Pregúntate ¿este cambio que estoy pensando, va a dar un
giro en el trabajo o es algo mínimo? ¿Esta decisión entre hacer esto o aquello es
fundamental o apenas tiene peso?
Si te perdiste los posteos anteriores, podes leerlos en nuestro blog, no dudes en escribirnos, que nos encanta leerte.
Un abrazo,
Margarita y Camila
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