Recuerdo hace unos años, cuando dirigía equipos comerciales, que un jefe de equipo tenía siempre la misma queja: “mi sueldo depende de este equipo de malos vendedores’’. Una frase tan fuerte como esta encierra varias limitantes, tanto como para el jefe como para el equipo.
Para el jefe, la principal limitación es que no tiene otra salida que resignarse y la
no-posibilidad de actuar sobre esa circunstancia… Te podrás imaginar la energía y el estado de ánimo que volcaba hacia el equipo desde ahí. Además, al catalogar a su equipo como malo, los intentos de mejora eran casi nulos, impactando en consecuencia en la no-posibilidad de abrirse al aprendizaje y crecimiento como líder.
Es la profecía autocumplida o también llamado efecto Pigmalión, tan estudiado en psicología. Si tengo ciertas expectativas sobre la ocurrencia de un hecho, realizo ciertas acciones que terminan en que el hecho realmente se produzca. Si las expectativas son altas, los resultados las acompañan; si las expectativas son bajas, los resultados acompañan también. Así de mágico. Pero no es magia. Cuando creemos en algo, nuestra energía nos lleva a hacer ciertas acciones de manera diferente a cuando estamos descreídos. En ese momento yo no tenía los recursos para ayudar a ese jefe ni a su equipo. Ahora sí y por eso estoy escribiendo sobre este tema.
Quizá ahora estés pensando en tu equipo y en algo que te gustaría que fuera diferente, pero que en realidad tenés la convicción de que no es posible: «no con este equipo, no con esta gente…»
«Me gustaría tener un equipo más proactivo, con mayor iniciativa, más cumplidor, más motivado, más involucrado, más concentrado… Más, más, más.»
O capaz que no es todo tu equipo. Es esa persona que colabora contigo que querés que sea «más»… Pero creés que es imposible.
Ese más nunca va a ocurrir si no cambias tus creencias y, en consecuencia, generas expectativas positivas. Es esa creencia es el estado inicial necesario que nos habilita a abrirnos a nuevos resultados.
Este post busca ayudarte con eso: que puedas creer que es posible. Sí es posible actuar e intervenir en la cultura de tu equipo y transformarla. También es posible influir en la conducta y creencias de un colaborador. Ambas situaciones son posibles, pero toda transformación empieza por ti: cambiando tus expectativas hacia el equipo o hacia esa persona, que te harán tomar nuevos rumbos de acción y volcar nueva energía. Esa es la chispa previa necesaria. Luego podrás intervenir en la situación haciendo un plan para comenzar el proceso de cambio.
Te invito a tomar ese cambio de creencia como un desafío que encierra un aprendizaje.
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