Los roles emocionales en los equipos

Varias caritas de papel que van de muy contenta a enojadas, como una especie de escala. Y una flecha que está apuntando a la carita enojada.

Recuerdo una experiencia trabajando con un equipo de dirección, donde había un miembro que constantemente criticaba todas las iniciativas y su actitud solía influir en el resto del grupo. Al mismo tiempo, había otro director que acababa de asumir el cargo y que quería innovar y aportar cambios. Las sesiones de directorio se convirtieron en auténticos campos de batalla, donde las nuevas ideas eran bloqueadas o, en el mejor de los casos, modificadas hasta perder su esencia. Con el tiempo, el equipo se fue desgastando y las tensiones aumentaron: unos criticaban a los otros y la frustración se apoderaba del ambiente.

Pasaron unos meses y, finalmente, el director que más se oponía a los cambios dejó el equipo para asumir nuevas responsabilidades en otro negocio. Para muchos su partida fue un alivio, ya que lo veían como una «piedra en el zapato». Sin embargo, lo que ocurrió después fue interesante: al poco tiempo, otro de sus miembros asumió una postura similar. Empezó a vetar las iniciativas y a encontrar fisuras en todo lo propuesto, repitiendo el mismo patrón.

¿Qué había sucedido? El equipo había experimentado un cambio en su composición, pero el rol emocional, que estaba bloqueando las iniciativas, seguía presente. En coaching de equipos decimos que existen roles emocionales que no siempre son visibles, pero que tienen un impacto fundamental en la dinámica y el desempeño del grupo.

Roles emocionales: más allá de los cargos formales y de las personas

En todo equipo, además de los roles formales (como el Gerente de Marketing, Logística, Ventas, etc.), existen otros roles no formales a los que llamamos roles emocionales. Estos roles no son asignados oficialmente, pero el sistema relacional del equipo los necesita para funcionar. En este caso específico, había un rol de innovación, encarnado en el nuevo director, y un rol de custodia de la tradición, representado por el director más veterano. Estos roles existían para equilibrar el sistema: uno impulsaba el cambio y el otro lo preservaba.

Es fácil caer en la tentación de pensar que los comportamientos de las personas en un equipo son responsabilidad únicamente de su personalidad. Si bien esto es cierto, en parte, hay otros factores que explican muchas de esas actitudes. Un ejemplo de esto lo veo en mi propia vida, con un rol emocional en mi familia. Mi esposo siempre asumió el rol de ser “el que cuida”. Él estaba pendiente de la seguridad de todos, algo que a veces molestaba a nuestros hijos. Yo, por mi parte, no me ocupaba tanto de eso, porque sabía que él lo haría. De hecho, en ocasiones, compartía con mis hijos la sensación de que exageraba. Pero cuando tuvo que irse de viaje por unos meses, me encontré de repente ocupando ese rol, aunque de una manera diferente, porque yo no soy él. Este cambio de rol me permitió ver la dinámica de manera más clara.

El papel del coach: hacer visibles los roles emocionales

El coaching de relaciones, dentro de la metodología ORSC (Organization and Relationship Systems Coaching)sitúa la relación entre las personas como el núcleo esencial que impulsa el funcionamiento y la cultura del equipo o sistema. A través de principios, herramientas y dinámicas, el coach o facilitador puede acceder a ese “cuerpo invisible” que es la cultura del sistema y hacerla visible y comprensible para todos los miembros.

Cuando un coach ilustra cómo funcionan los roles emocionales, el equipo se vuelve capaz de identificarlos, comprenderlos y, lo más importante, mejorar la ejecución de esos roles. Porque, como todo rol, también puede ser mal ejecutado. Cuando esto sucede, la intención detrás del rol emocional suele ser positiva: responde a una necesidad del sistema. Sin embargo, la forma en que se expresa puede ser contraproducente y generar conflictos innecesarios.

El impacto de trabajar los roles emocionales

Al trabajar estos conceptos dentro de un equipo, los miembros comienzan a comprender mejor el comportamiento de los demás y, lo más valioso, a regular sus propias reacciones. Esto no solo mejora la comunicación, sino que también favorece una madurez emocional y relacional que permite al equipo superar obstáculos, tomar decisiones de manera más efectiva y construir relaciones de confianza.

El trabajo sobre los roles emocionales ayuda a que cada persona pueda desempeñar su función de forma más consciente y alineada con los objetivos colectivos, creando un ambiente más armónico y productivo.

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