Priorizar nuestro tiempo es todo un desafío porque, sin darnos cuenta, estamos tomando decisiones sobre él a cada minuto.
Llevo años probando distintos métodos de organización del tiempo porque siempre lo he considerado clave. Pero me pasaba algo curioso: en lugar de sentirme más ordenada y en control, terminaba estresada. No por el esfuerzo de cambiar hábitos (que siempre cuesta), sino porque el método, en vez de ayudarme a cumplir mis objetivos con calma, se volvía el objetivo. Me obsesionaba tanto con seguirlo al pie de la letra que acababa atrapada en él, como si trabajar en mi organización fuera más importante que lo que realmente quería lograr.
¿Cada persona es distinta? Sin duda.
Años de trabajo con personas y liderando procesos de coaching me han enseñado que no existe un único camino que funcione para todos. Es como la ropa: lo que le queda perfecto a alguien, a otro puede resultarle incómodo o inútil. O como un tratamiento médico: lo que ayuda a una persona, puede no tener el mismo efecto en otra, porque cada cuerpo reacciona distinto. Lo mismo pasa con la organización del tiempo. No hay una receta universal. Cada uno debe ir construyendo su propio método: el que realmente le funcione, le haga sentir en equilibrio, productivo y en control, en lugar de atrapado en una estructura rígida.
Hay caminos que nos ayudan a todos
Hay caminos que en mayor o menor medida pueden aportarnos a todos, pero la clave es encontrar el que realmente funcione para vos.
Quizás te preguntes: ¿cómo encuentro mi propio método? ¿Por dónde empiezo?
Lo primero es hacerte una pregunta que rara vez nos detenemos a responder: ¿qué significa para mí estar en equilibrio y sentirme productivo en el manejo de mi tiempo y mi energía?
Es profunda, lo sé. Pero sin esa claridad, cualquier método que intentes será una imposición externa y no algo que realmente te ayude. Solo vos podés responderla, porque se trata de tu vida, o mejor dicho, de lo que querés hacer con ella en el tiempo finito que todos tenemos.
Para empezar, te puede ayudar revisar los roles que ocupás. Todos tenemos varios: pareja, madre/padre, hijo/a, amigo/a, profesional, emprendedor/a… La lista puede ser larga y cambiante. No te abrumes. No se trata de atenderlos todos a la vez, sino de elegir uno o dos que en este momento sean clave para vos y empezar desde ahí.
Tomar conciencia de vos y de tus anhelos: ¿a dónde querés llegar?
A veces nos cuesta mirarnos con autenticidad, pero solo cuando tenemos claro a dónde queremos llegar podemos encontrar la dirección correcta.
En coaching hay una pregunta clave que usamos mucho en las sesiones, y quiero que te la hagas ahora: en el rol que elegiste, ¿qué te gustaría alcanzar? No pienses en plazos ni en objetivos a corto plazo. Pensá en tu visión amplia, esa que realmente te inspira…
Lo que hayas respondido es posible. Si realmente lo querés y le dedicás energía, podés construirlo. Pero antes de empezar el viaje hacia esa visión, hay algo fundamental: “preparar las maletas” para el rol elegido, que son tus responsabilidades y tus tareas.
Roles, responsabilidades y tareas
Cuando hablamos de roles, hay una distinción importante que necesitamos hacer:
- Las responsabilidades son los compromisos generales que asumís en ese rol, que a largo plazo marcan la dirección.
- Las tareas son las acciones concretas y específicas que realizás para cumplir con esas responsabilidades.
Por ejemplo:
En el rol de madre/padre, una responsabilidad, entre otras, es garantizar el bienestar físico y emocional de los hijos. Las tareas que derivan de eso podrían ser educarlos, ayudarlos con los deberes o jugar con ellos.
En el rol de empleado, una de las responsabilidades sería contribuir a los objetivos de la empresa. Sus tareas podrían incluir responder correos, preparar informes o coordinar reuniones.
Día a día tomamos decisiones sobre qué tareas priorizar y cuáles dejar de lado, y la calidad con que las hacemos, pero todas están ligadas a una responsabilidad mayor. Y ahí es donde empieza el verdadero análisis: ¿desde dónde estás partiendo?
Volvamos al rol que elegiste. Si definiste enfocarte en ese rol, seguramente sea porque te importa mucho y, quizás, no estés del todo conforme con cómo lo estás llevando.
Esa sensación de insatisfacción es una señal de que algo necesita cambiar. Primero lo percibís vos, después los demás, y finalmente impacta en el sistema en el que operás.
Por eso, antes de avanzar, tomate un momento para reflexionar: ¿dónde estás hoy en ese rol? ¿Qué es lo que más te pesa? ¿Y qué te gustaría mejorar?
Porque en cualquier viaje, no solo importa el destino: también es clave saber desde dónde partís.
Te invito a que leas la Parte 2 de este posteo, la próxima semana, donde vamos a seguir profundizando en este tema, bajándolo un poco más.
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Margarita Charlone
Directora – Coaching del Talento