Mucho se habla de cómo potenciar el trabajo en equipo, generalmente desde la acción. Pero sabemos que la acción en los seres humanos es el resultado de emociones y percepciones compartidas. Así como cada individuo vive y actúa en función de sus propias emociones, lo mismo ocurre en un equipo, que se comporta como una entidad propia, con su personalidad y emocionalidad.
En el Coaching de Equipos partimos de una visión: el equipo no es solo un conjunto de personas reunidas, sino una entidad formada por las emociones y perspectivas de todos sus integrantes. Validar cada voz permite que el equipo crezca y dé lo mejor de sí, impactando positivamente tanto en el ambiente, como en los resultados. ¿Qué pasa cuando esto no sucede? Te comparto un ejemplo:
Hace poco estuve en una reunión de trabajo, donde participaba como consultora, con un equipo que se había formado especialmente para la mejora de un proceso. Aunque todos estaban invitados a compartir sus opiniones, solo dos voces destacaban, mientras otros apoyaban de manera indirecta, con risas o comentarios de aprobación. Estas voces no representaban a todo el equipo, pero el ambiente se estaba moldeando solo desde estas perspectivas, lo que limitaba la expresión de otros y la inteligencia colectiva. La conversación estaba marcada por una visión parcial y, en este caso, algo negativa hacia los clientes. Por más que mi rol no era de coach de equipos en ese momento, no pude dejar de observar cómo la interacción se empobrecía.
El desafío: crear conciencia y participación equitativa
Cada miembro aporta una versión única de la realidad e integrar esa diversidad es clave. En un proceso de Coaching de Equipos, según el Modelo ORSC (Organization and Relationship Systems Coaching), el coach ayuda al equipo a generar acuerdos sobre el ambiente que desean generar juntos y a incorporar algunos principios esenciales, como los siguientes:
- Todos tenemos parte de la razón: movernos desde este principio fomenta la escucha y que las voces menos fuertes expresen sus ideas, enriqueciendo el diálogo y evitando que una sola perspectiva domine.
- Co-responsabilidad de los resultados: todos influimos en menor o mayor medida al resultado del equipo. Esto reduce actitudes de victimismo, búsqueda de culpables, y fomenta un sentido de propiedad compartido.
- Crear soluciones juntos: frente a desafíos, se invita al equipo a encontrar caminos y recursos para superarlos.
Rol del coach: crear el ambiente propicio para la transformación
El coach no impone los principios anteriores; los construye con el equipo, apoyando a cada miembro para que exprese sus ideas y emociones. La verdadera transformación ocurre cuando el equipo, al verse como una entidad, toma consciencia de sus propios recursos y se prepara para enfrentar desafíos futuros con resiliencia y creatividad.
Un proceso de coaching puede empezar por una meta específica (un proyecto, un cambio, una alineación que se necesita abordar), pero el mayor logro es la capacidad que el equipo descubre en el camino para crear y utilizar recursos a largo plazo; para autoregularse. Como en el desarrollo individual: conocerse y contar con más herramientas ayuda al equipo a afrontar el futuro de manera más sólida y creativa.
El Coaching de Equipos se puede aplicar en jornadas puntuales de trabajo (en momentos especiales, como cierre/inicio de año o proyectos). O como parte de un proceso más profundo, de 6 – 8 sesiones, para abordar desafíos o conflictos internos.