Conversar desde la certeza o la curiosidad: ¿alguna vez te pusiste a pensar desde cuál conversás más? Estas son dos formas de abordar las conversaciones que mantenemos con nosotros mismos o con otros. Ninguna es necesariamente buena o mala; pero los resultados de emplear más veces una u otra pueden ser diametralmente opuestos, en ciertas conversaciones .
Empecemos por la certeza. La certeza aparece cuando estás seguro de que las cosas son como las estás pensando y, en el mundo empresarial, se privilegia el saber. Desde el paradigma “te contrataron para saber” es lógico que le demos un lugar destacado. La certeza viene acompañada de la confianza y eso ayuda a la toma de decisiones.
En un mundo que es interpretativo, donde cada uno tiene su forma de ver la realidad, y sus razones para verla así, la certeza abunda: cada uno tiene la suya.
El peligro de esta tendencia es que te puede alejar de las personas. ¿Para qué vas a conversar con alguien que piensa distinto, si vos ya sabés cómo es todo? Seguramente, si vas a conversar será para explicarle que tenés razón. Conversar con alguien que adolece de certeza aburre. Pronto su entorno se da cuenta de que es imposible hablar con esa persona, que no solo no se mueve de sus ideas, sino que además no se interesa en lo más mínimo en considerar las del otro. La conversación se hace tediosa, poco rica, aburrida.
Recuerdo una persona que conocí que adolecía de certeza en abundancia. Cando le decías que no estabas de acuerdo con su razonamiento (que había sostenido sin respirar por un buen rato) alegaba inmediatamente que la razón del desacuerdo era que ‘’no lo había entendido’’ y volvía inexorablemente a repetir nuevamente lo mismo. Tal era certeza que tenía sobre sus certezas.
La curiosidad, en cambio, es apertura a nuevas ideas y a nuevos puntos de vista; es jugar con la realidad, agrandarla. Porque sabés que no hay una sola realidad, sino que la que cada persona construye momento a momento. Cuando lideramos, cuando queremos coordinar acciones con otra persona, y tenemos que ganarnos su confianza y voluntad, es imprescindible ir en busca de una verdad más grande que la de cada uno de los hablantes; lograr encontrar nuestra verdad.
Conversar es converger: es dar vueltas las ideas de uno y otro para llegar a algo en común, que es un resultado más rico. Lideramos conversando, y conversamos desde nuestras interpretaciones y emociones, no desde la realidad objetiva.
Hablar desde la certeza tiene su valor y función. Pero si te descubrís hablando siempre desde la certeza como tendencia y conversando para tener razón (algo que puede pasarnos cuando nos apasionamos en un tema) te compartimos estos lineamientos para liderarte en esos momentos:
a) Respirá profundamente para oxigenar el cerebro y “poner más fría» la cabeza.
b) Disasociate de la situación. Un truco desde la corporalidad: poné tu tronco ligeramente para atrás si estás sentado/a.
c) Conéctate con tu aprendiz: esa disposición interna de querer descubrir y entender para que surja la curiosidad sobre las ideas que se están exponiendo, sin juicios.
d) Has preguntas para no quedarte en la superficie de las ideas: siempre lo más jugoso está en lo profundo, donde descubrimos emociones y sentimientos del otro.
e) Rescatá la idea central, las emociones que descubriste y devolvelas a la conversación con tu aporte.
Vas a ver que así las conversaciones se vuelven más productivas; te vas a ganar el derecho de ser escuchado, ya que el escuchar abre a la escucha del otro y, ¿por qué no?, ¡que tus ideas originales quizás cambien!