Un cuento zen habla de dos monjes que yendo a su monasterio ven en un lugar desolado a una joven que pedía auxilio para cruzar el rio; le urgía ir a la otra orilla, pero la corriente le impedía cruzar cada vez que lo intentaba. Uno de los monjes se le acerca y le dice que para ayudarla la debe cargar en brazos. Así, de esta manera logró hacer el peligroso cruce. Luego de dejar a la joven, ambos monjes siguieron su camino. Cuando están por llegar, el otro monje que observó la situación le dice al otro: cuando lleguemos tenemos que confesarnos, aludiendo a lo sucedido en el río con la joven. Su compañero lo mira sorprendido y le contesta “yo cargué a una joven para ayudarla a cruzar el río; lo que no sé es ¿qué cargaste tú que aún no lo sueltas’’.
Este cuento tiene, como todo cuento, varias interpretaciones. La que le doy hoy está relacionada a las cargas que llevamos a nuestras conversaciones. ¿Qué cargas no soltás cuando abordás una conversación difícil? Con esto me refiero a las ideas y preconceptos que nos hicimos sobre la situación y la persona, que a menudo son una carga pesada que nos impide conectar con el otro.
Conectar para mí, es más que abrir la conversación. Es iniciar un proceso de apertura a lo que el otro tiene para decirme y para eso debo vaciarme, especialmente de mis cargas relacionadas con el tema.
Revisemos qué suele haber en esas cargas:
-Emociones, que tienden a encerrarnos en nosotros mismos como, por ejemplo, el miedo.
-Frustración, desengaño, desconfianza…
-Interpretaciones que nos muestran como víctimas de la otra persona o circunstancias.
-Recuerdos de hechos que nos llevaron a esas interpretaciones, que como lo anterior son subjetivos y parcializados… etc.
La conversación antes de entrar
Empezar una conversación con esas cargas seguramente te va a llevar a entrar en la conversación culpabilizando o adoptando una postura la irónica; o quizás directamente la carga te impida empezarla siquiera, postergando la decisión de conversar. Hay una conversación antes de conversar que nos ayuda a alivianar la carga, o mejor aún, quitarla totalmente: la conversación contigo mismo.
Esta es una conversación clave cuando queremos abordar una conversación importante, sensible y cuyo resultado esperado es que aporte valor a todas las partes. Sabemos que nada te asegura el resultado al conversar, pero la probabilidad de que sea productiva es muchísimo mayor cuando tenés esta contigo mismo antes.
Para esta conversación es importante hacer foco en 4 aspectos:
1) Conectarte con tu yo: es decir, con quien sos realmente, cuando estás en tu centro. Incluye dos pasos: calmar tu mente y experimentar gratitud:
a) Para calmar tu mente: buscar un lugar a solas y tranquilo. Acomodate en una silla, en posición erguida, con las manos sobre el regazo, palmas para arriba. Vas a respirar en forma profunda aunque no forzada y vas a buscar poner tu mente en blanco, seguro van a venir pensamientos pero dejalos pasar, sin engancharte. Lo que haces con eso es serenar tu mente y tu cuerpo enseguida, a lo cual tu cuerpo responde aflojando tensiones. No es necesario que utilices más de unos minutos, hasta que te des cuenta de que estas en calma.
b) Experimenta gratitud por todas las cosas buenas que te rodean: piensa en todas las bendiciones que tienes en tu vida y la emoción de gratitud va a aparecer. Enfocarte en ello reduce aún mas el estrés; te lleva a pensamientos positivos y mejora las relaciones interpersonales .
2) Ampliar la mirada: piensa en el tema que vas a tocar desde un espectro amplio: le llamamos a esto 360. Es decir, además desde tu posición, verlo desde la posición de las otras personas involucradas. Cuantas más posiciones incluyas, mejor.
3) Foco en tu propósito u objetivo mayor: este puede estar relacionado con tu equipo, tu empresa, tu liderazgo, con los objetivos que tienes por delante. El propósito mayor seguro incluye a todas las partes que intervienen en la conversación. Este puede ser: el equipo que quieres desarrollar, con una cultura sinérgica y con un ambiente posibilitador de diálogos y confianza. O puede ser el brindar un mejor servicio al cliente, o hacer el trabajo de todos más efectivo… Poner foco en el objetivo mayor hace que valores esta conversación como un medio para servir a ese propósito, dejando así de ser una molestia.
4) Identificá lo útil e importante que es la otra parte para ti, para el equipo, o el proyecto: sería apreciar lo que la /las personas aportan. Es útil conectarte con aquello que te gustó de la persona cuando la conociste, o en experiencias que fueron productivas. En coaching le llamamos a esto conectarnos con el mito original de la relación. A veces las situaciones problemas se convierten únicamente en nuestro punto de mira, pero ampliando nuevamente la mirada aparecen elementos valiosos para integrar en la conversación.
Si cumpliste con estos cuatro pasos ya estás en mejores condiciones para iniciar la conversación, libre de cargas tóxicas, con todos los recursos que tenés a tu disposición, con mayores posibilidades y equilibrando los miedos con la esperanza que da la posibilidad y el positivismo.
¡¡Mucha suerte!!
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