Son muchas las personas que en algún momento del día, o de la semana, sienten lo que se llama la soledad del líder. En mi carrera como coach acompañando a líderes, he escuchado en frases como: tengo que pensar en todo, no recibo ideas de mi equipo, necesito tener más tiempo para abordar los temas más estratégicos, siento que no puedo delegar en mi equipo…
Hay una falsa percepción de que el líder debe saber lo que hacer en todo momento, arreglar lo que no está bien rápidamente, tener todas las respuestas acertadas, tener tiempo para todo y para todos…
Los equipos, sobre todo en Latinoamérica, ven la figura del líder de una forma idealizada, y desde ese ideal la persona que ocupa esa figura debe ser una especie de superhéroe que de por sí solo le debe ser fácil arreglar las cosas. Esta idea como verdad irrefutable está también presente en el imaginario del que lidera, ya que él la vivió siendo liderado. Esto trae consecuencias a la hora de juzgar al líder por parte del equipo. Aparecen los debió haber hecho… Un líder no puede… ¡Como líder tendría que…! Y muchas otras frases por el estilo, donde por ser líder la persona tiene que hacer siempre lo correcto y además, ¡que sea un acierto!
Reflexionemos sobre esta interpretación del líder perfecto como condición al estatus de ser líder. En mi opinión, no resiste dos análisis desde el punto de vista ontológico. Primer análisis: cuando decimos que el líder debe hacer las cosas siempre bien, surge la pregunta, ¿bien desde que punto de vista? Los escenarios posibles, las decisiones y acciones a tomar, siempre tienen varios puntos de vista, tantos como personas involucradas, ¿quién es la persona o grupo de personas que definiría lo correcto?
Segundo análisis: ¿puede haber personas perfectas? Definir que alguien es perfecto, ¿no significaría matar su evolución, determinarlo? Pensemos que algo fundamental y apasionante del líder es su imperfección y la aceptación de la misma. Esto nos define más como seres humanos. Todas las personas sentimos miedo, todos hemos vivido experiencias dolorosas, todos tenemos carencias y dificultades…Todos fallamos, todos nos equivocamos y todos tenemos la opción de recomenzar. Es esa misma imperfección la que nos hace desafiarnos, aprender, recomenzar, mostrar nuestra valentía de seguir adelante. Pero fundamentalmente es la imperfección la que nos hace especiales y la que nos permite aprender, profundizar y construir con criterio en base a la experiencia. Es nuestra imperfección la que nos ayuda a entender y empatizar con los demás. Es el punto de partida que nos empuja a soñar, ya que si fuésemos perfectos no podríamos aspirar a algo más grande que nosotros. Nos permite ser creativos y colaborar unos con otros hasta llegar a cosas inimaginables. Es lo que define y enriquece nuestro sello humano.
Sólo alguien que tiene el coraje de aceptar su imperfección es capaz de ser un líder que acepte y entienda la imperfección. Es su lucha por ser cada vez mejor la que le permite tener paciencia para ayudar a otros en su desarrollo. Es la experiencia de la propia vulnerabilidad la que aporta la capacidad de escuchar frecuencias que otros no escuchan, y de impactar fuera de uno mismo. Cuando un líder inspira es porque conecta con los demás, crea puentes con la originalidad imperfecta de otros.
Por eso, el líder perfecto es imperfecto y está en un constante camino de superación, de análisis de la persona que está siendo en cada momento, y va por más. Es alguien que se va despojando de máscaras y que brilla en la autenticidad. Que pide disculpas. Que es humilde. Que se valora en esa imperfección.
El papel del coach
Ayudar a procesar la imperfección del líder es parte de mi tarea como coach, tanto con equipos como con líderes.
Por eso, unas de las primeras preguntas sobre las que trabajamos con los líderes, va por la línea de, ¿qué tipo de líder quieres ser? Buscamos que logre identificar el ideal, sabiendo que aunque nunca se alcance en todas las circunstancias, tenerlo visualizado le va a permitir chequear si va en camino: nos permite construir una brújula de decisiones, para abordar conversaciones difíciles, para no postergar lo que hay que hacer…
El coaching es un compañero de viaje del líder: lo ayuda a centrarse, a transitar su camino con autenticidad, a ir evaluando progresos e ir aumentando desafíos.
Los ejecutivos deben estar a la altura de las exigencias que se les plantean: deben saber manejar el estrés, su inteligencia emocional y las competencias de liderazgo que son retos continuos. El camino tradicional para darles apoyo a los ejecutivos en este sentido ha sido hasta ahora recurrir a capacitaciones y consultorías.
Difícilmente en esas intervenciones se aborde la circunstancia puntual a mejorar desde los niveles más profundos de la persona. El coaching sí: emerge como un instrumento nuevo de intervención transformacional que se pone al servicio de las organizaciones con el objetivo de abordar situaciones específicas. Es un instrumento más dentro de la caja de herramientas de los departamentos de RRHH para ser utilizado en el desarrollo de sus ejecutivos. Viene a complementar los ya existentes y a dar un paso más profundo, en la medida que el coaching teje un puente entre el ideal a alcanzar y la situación particular del ejecutivo, donde sus limitaciones personales funcionan como barreras, más allá de lo claro que tenga su rol en la teoría.
El coach es un profesional externo que acompaña al ejecutivo a reflexionar y explorar en profundidad el tema que quiere trabajar, ayudándolo a observar desde distintos ángulos la situación que está atravesando, ampliando su mirada, su capacidad de acción y su posición de liderazgo.
Algunos ejemplos de posibles temas a tratar, que hemos acumulado en nuestra experiencia con ejecutivos, tiene que ver con dificultades vinculadas a delegar, al manejo de conflictos, la construcción de confianza y mejoras de desempeño del equipo a cargo o de una persona del equipo puntual.
El punto de partida para que todo esto suceda es una voluntad genuina de parte del coachee, verse y sentirse imperfecto y emprender desde allí su camino. Ningún cambio puede darse si no hay una verdadera apertura y ganas de embarcarse en él.
Si te interesa iniciar un proceso de coaching ejecutivo, para ti o alguien de tu equipo, estamos a las órdenes para ayudarte. Escribinos sin compromiso a contacto@coachingdeltalento.com