Hoy quiero compartir con ustedes una reflexión del juego de los niños y su conexión con el liderazgo en el mundo organizacional.
Mis orígenes profesionales fueron como maestra. Siempre me fascinó observar los comportamientos en los juegos de los niños: cómo los llenan de historias, se organizan, construyen personajes y logran dar rienda suelta a su imaginación y emociones.
Recuerdo a Marcos: un niño de 6 años que jugaba a la salida de la escuela, mientras los padres conversaban unos minutos cuando recogían a sus hijos. Marcos me empezó a llamar la atención porque casi siempre era el iniciador de los juegos, mostrando un liderazgo natural; los compañeros se subían motivados a sus propuestas. En ciertos momentos, cuando alguno de sus compañeros se peleaba con otro, Marcos se acercaba para arreglar las cosas, mostrando empatía hacia ambos. Y buscando, creo yo, que el juego siguiera. En otros momentos, cuando alguien se apartaba, Marcos se acercaba. No sé qué le llegaba a decir, pero sé que al rato estaban todos jugando nuevamente, como si nada. Marcos sin duda, en esos momentos, era un líder inspirador, motivando a sus compañeros y fomentando el mayor interés de ese equipo, transitorio e improvisado, que era divertirse en esos pocos minutos que les quedaban de juego.
Sin embargo, también, por momentos aparecía la frustración en Marcos, que lo llevaba a adoptar un enfoque más autocrático: gritando alguna orden o enojándose con alguno de los que estaban compartiendo el juego. En alguna ocasión, lo vi peleando. Esta dualidad que llamé “Modo líder – Modo jefe”, cohabitaba en Marcos; y me llevó a reflexionar que las personas tenemos esos contrastes dentro nuestro. Cuál fomentamos más y en qué situaciones, hace la diferencia. Me alejo así de la concepción tradicional, dicotomática, de que o sos jefe o sos líder, como si una condición excluyera automáticamente a la otra.
Analizando los paradigmas en cada modo
El Modo jefe aparece cada vez que tenemos que organizar, distribuir tareas, diseñar acciones, medir resultados. Su fundamento principal se basa en usar la razón. Ideas razonadas, cambios estudiados, estrategias diseñadas para los distintos escenarios y control de contingencias. En el plan, el modo jefe funciona muy bien. Ahora, cuando necesitamos mover voluntades, activar la energía y ganas para poner ingenio al 100%, o fuerza para superar fracasos, ¡la razón queda corta! La falacia principal del Modo jefe es que ¡por medio de la razón, las personas entienden y hacen!
El Modo líder aparece cuando necesitamos inspirar, motivar, destrabar o desarrollar a las personas. Su paradigma principal es la influencia, basada en que tenemos que conectar con las personas, para desde allí ir al encuentro de acciones compartidas: ingenio y creatividad liberado en pos de una causa común. La falacia principal de este modo ¡es quedarse solo en motivar y no tener un plan o una estrategia!
Por lo que vemos, ambos mundos, racional y emocional, se necesitan para ponerlos al servicio de las personas, equipos y resultados.
Seguro te enfrentas a desafíos inesperados a menudo y te toca tomar decisiones difíciles que involucran personas. En esos momentos, podés optar por simplemente administrar problemas desde el Modo jefe, donde seguro te quedarás corto en las soluciones. O podés optar por integrar a tu Modo líder, con el que podés aprovechar esas mismas situaciones como una oportunidad para el crecimiento y el aprendizaje tuyo o de tu colaborador o equipo, y encauzar la situación para seguir el juego hacia los resultados (igual que lo hacía Marcos).
¿Qué Modo necesita este mundo?
Mi experiencia me indica que el Modo jefe es el que más se usa en esta época; y es entendible porque fue el modelo que vimos en nuestros referentes y en la sociedad en general. Estereotipo construido en base a necesidades de otras épocas.
Ahora, la reflexión es: ¿qué Modo se necesita? En un mundo cambiante, estamos sometidos a múltiples presiones. Necesitamos gente pensante, que aporte valor siempre (cuanto más, mejor); pero, a la vez, que se sincronice con el sistema en el que opera y con otras personas también dispuestas a aportar valor. Menudo desafío. Por eso, el Modo líder es el que habría que activar más a menudo. Ya que es el modo que alinea personas, alivia desmotivaciones, hace sumar nuevamente al juego a los que se van cayendo, y aprovecha mejor la inteligencia colectiva, porque sabe que los resultados se consiguen entre todos.
Al ir trabajando para desarrollar nuestro liderazgo, es natural que nuestro Modo líder se active con más frecuencia, tomando los espacios en el que el Modo jefe es inefectivo. Nos convertimos en facilitadores de crecimiento, cultivando un ambiente donde el aprendizaje y la innovación florezcan. Nos damos cuenta de que cada error es una oportunidad para fortalecer a nuestro equipo y avanzar hacia nuestros objetivos comunes. Este modo desafía el statu quo y alienta a las personas que hagan lo mismo, que sean arrojadas y desafiantes, ¡que piensen!
Recuerda que ir hacia un Modo líder es un viaje que no termina nunca, y por más que a veces sientas que es imposible, ojalá tu voz interior te diga, ¡prohibido rendirse!
En la próxima newsletter, vamos a profundizar en este tema. Hablaremos de cómo estar conscientes para activar el Modo líder en situaciones claves.
¡Hasta la próxima!