Los límites de la escucha autobiográfica

Seguramente te debe haber pasado que, al salir de una reunión, te pusiste a conversar con algunos de los asistentes a la misma y de pronto hay tres versiones de lo que se dijo. Cada uno de los dueños de dichas versiones cree que está en lo cierto. También, te debe haber pasado que coordinaste un plan con un colaborador y piensas que esa coordinación quedo súper clara y, sin embargo, a los días aparece un trabajo diferente al planificado porque el ejecutor no lo comprendió cómo era. O quizá, conversaste con tu jefe para explicarle las razones por la que no estás convencido de la nueva estrategia y sentiste que no te entendió, minimizó tus argumentos y te fuiste con un montón de consejos que no necesitabas.

Seguramente en esos casos la decepción te gane, piensas que los demás no hacen bien su trabajo, que no les importa o simplemente que no están atentos. Lo irónico de esto es que a las personas que no te entendieron también les pasa los mismo: sienten frustración o decepción por la falta de tu claridad. Por lo tanto, estos malentendidos por una escucha deficiente afectan no solo el resultado sino también mellan las relaciones.

Nosotros entendemos que una organización es una red de conversaciones y de la calidad de estas dependen los resultados y los ambientes que generamos. Todo lo que se hace está basado en conversaciones de coordinación. La escucha juega un papel primordial en la efectividad (bienestar + resultados).

El mayor error en la comunicación no reside en cómo hablas, sino en cómo escuchas. ¿Cuáles son las razones que nos llevan a una escucha deficiente?

La principal razón es que cuando escuchamos pasamos lo oído por nuestro modelo de mundo. Estamos llenos de nuestras ideas, de nuestras opiniones convertidas en verdades, y nuestras conversaciones se convierten en monólogos. No estamos escuchando a la persona, nos estamos escuchando a nosotros mismos. A esto se le llama escucha autobiográfica.

Cuando escuchamos autobiográficamente, tenemos la ilusión de escuchar, tenemos también la intención de hacerlo, simplemente no nos damos cuenta de que no lo estamos haciendo. Incluso puede que sigamos los pasos que hemos aprendido para escuchar: callarnos, prestar atención, hacer alguna pregunta para sacarnos una duda. Aún así, podemos caer en la escucha autobiográfica.

Cuando escuchamos autobiográficamente caemos en una de estas cuatro acciones:

1) Evaluamos. Nuestro foco está en hacer la evaluación de lo escuchado automáticamente para ver si estamos de acuerdo o no con lo que se está diciendo.

2) Preguntar sesgadamente. Hacemos preguntas, pero desde nuestro modelo de mundo. Preguntas aceptables solo desde nuestra propia mirada, pero no necesariamente desde la forma de pensar del otro. Desde ese sondeo controlamos e invadimos, no tenemos en cuenta al otro.

3) Aconsejamos. Basados en nuestra experiencia, gustos, formas de ver, le brindamos al otro una receta de nuestros propios “lentes”.

4) Interpretamos. Sin entender, cabalmente ponemos nuestras propias interpretaciones, nuestros juicios y opiniones, que están basados en nuestro modelo de mundo.

Es interesante darnos cuenta de que la escucha autobiográfica es nuestra forma habitual de escuchar.

A la escucha autobiográfica hay que sumarle el dialogo interno, nuestros pensamientos en el momento de escuchar de temas que se nos aparecen en la mente, preocupaciones, pendientes para hacer, etc.

Te propongo un ejercicio. Párate a pensar en tu escucha autobiográfica. Piensa en la multitud de ocasiones en la que escuchaste con una evaluación. Con un consejo, con un sondeo, o la cantidad de interpretaciones que haces.

Solamente tomando conciencia de estos cuatro fallos es que podrás alcanzar más momentos de escucha profunda. Un líder con escucha profunda tiene el 80% del camino recorrido para llegar a acuerdos y mantener buenas coordinaciones.

Cuando te pido que me escuches y comienzas a dar consejos no haces lo que necesito.

Cuando te pido que me escuches y comienzas a decirme por qué no debería sentirme como me siento, estás hiriendo mis sentimientos.

Cuando te pido que escuches y sientes que tienes que hacer algo para resolver mi problema, me decepcionas, por extraño que parezca.

¡Escucha! Todo lo que pido es que escuches, no digas o hagas nada, sólo escúchame.

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