• ¿Dejás una tarea importante como pendiente, una y otra vez, y no la encarás?
• ¿Venís postergando esa llamada, aunque sabés que es importante para tus objetivos?
• ¿Tenés que encarar un informe, pero te pasás esperando a tener más tiempo y menos cansancio?
• ¿Estás «pateando» para adelante una conversación clave porque tenés miedo al resultado?
• ¿Te reservaste la mañana para encarar el presupuesto, pero te distrajiste con otros temas y no lo empezaste?
• ¿Te encontrás con frecuencia repitiéndote “cuando tenga tiempo, lo hago”?
Si vivís una o varias de estas situaciones periódicamente, es que caés en la tendencia a procrastinar.
Procrastinar es una de las 5 tendencias que hemos identificado cuando gestionamos nuestros pendientes de una forma poco efectiva. Nos hace perder el foco.
Procrastinar significa postergar, como transmite el título del post: le pasás a tu yo futuro algo que no querés hacer ahora.
Todos postergamos. Forma parte de las posibles decisiones que tomamos cuando tenemos que ver lo que hacemos en el día. En muchos casos, la postergación tiene un sentido de efectividad y oportunidad. El problema surge cuando la postergación forma parte de tu manera de no encarar ciertos temas que son importante para tus objetivos y que no cumplirlos te hace mal. De hecho, el término procastinar deriva de la palabra “akrasia” (griego antiguo) que significa: hacer algo en contra de nuestro mejor juicio.
No, no es pereza…
A simple vista uno podría decir que procrastinar tiene que ver solo con la pereza, pero en realidad tiene que ver más con las emociones. Cuando tenemos que realizar una tarea importante que nos resulta demasiado complicada o no nos gusta por las posibles implicancias, nos asaltan emociones que, al procrastinar, no estamos pudiendo gestionar adecuadamente: miedo, ansiedad, estrés, bronca,etc. Así, buscamos anularlas postergando la tarea, ya que en definitiva es salir del problema ‘’por un rato’’. La salida nos da una gratificación inmediata: “lo encaro mañana” y listo, esa emoción negativa desaparece. Pero es ilusoria ya que mañana va a volver junto con otras: asociadas a la culpa y la decepción con nosotros mismo por no encarar el pendiente. Es como un círculo vicioso.
¿Por qué aparecen estas emociones?
Cuando nos enfrentamos a una tarea que procrastinamos, la amígdala cerebral, es decir, la parte del cerebro que funciona como “detector de amenazas”, la identifica como una amenaza genuina, en este caso, a nuestra autoestima o nuestro bienestar. Incluso, si intelectualmente reconocemos que suspender la tarea nos creará más estrés en el futuro, como nuestro cerebro está preparado para actuar en el presente (sobrevivir), se conectará más con eliminar la amenaza en el presente. La buena noticia es que existen estrategias que podés poner en marcha para minimizar esta tendencia.
Estrategia para evitar la procrastinación en tareas importantes:
a) Sé consciente de que procrastinás: sin esa claridad, no podés hacer nada.
b) Planificá cada día tus tareas del día siguiente, especialmente la que procrastinás: esto te ayudará a que no pierdas foco.
c) Marcá la tarea procrastinada como la prioridad uno.
d) Dividí la tarea en subtareas, si fuera muy grande, y marcá la o las que va a hacer al otro día. Esto te permitirár definir bien lo que es posible hacer ese día.
e) Definí un lapso para hacerla.
f) Eliminá toda distracción, como redes, correo, etc. Avisá a otras personas que estás ocupado y pedí que no te interrumpan.
g) Al terminar, disfruta tu victoria: tomate un momento para descubrir lo bien que te sentís y que podés liderarte.
¿Querés ir un poco más allá?
Confiamos en que el paso a paso anterior te va a aportar en este camino de trascender la procrastinación. Igualmente, sabemos que a veces las personas somos más complejas y tenemos dificultades para ‘’hacer lo que debemos” porque caemos más fácil en’’ lo que queremos’, aunque vaya en contra nuestra. Por eso, si querés dar un paso más, te proponemos que además sumes lo siguiente:
1er paso: descubrí que hay detrás de las emociones que te hacen procrastinar
Si tomás consciencia de esas emociones, podrás profundizar más en ellas y descubrir qué mensaje tienen. Toda emoción está asociada a una forma de mirar la situación (el tema en sí, tú y/o los otras personas involucradas). Si profundizás en esto, puedes que descubras qué creencias limitantes las sustentan. Por ejemplo, si tenés que hacer un informe para el directorio, que venís postergando, y cada vez que lo querés encarar se te hace un nudo en el estómago… Identificá qué pensás en ese momento: escribí todo lo que pensás, así como te viene, no lo edulcores. Podría ser: “lo voy a hacer mal”, “que van a pensar los demás’’, “no le va a gustar a fulanito”, “no puedo fallar en nada” o el clásico “no sé hacerlo, es muy complicado’’.
Recuerda que una creencia no es una realidad, pero se vive como tal y define nuestras posibilidades de acción y nuestro mundo emocional. También, recuerda que en ese momento la amígdala cerebral está al mando, te está ayudando a prevenir el peligro y a puesto a todo tu cuerpo en alerta para huir.
2do paso: poné a trabajar tu corteza prefrontal
La corteza prefrontal es la parte del cerebro que baja la pelota, analiza, busca alternativas y estrategias. Claro que esta parte del cerebro se activa, según las neurociencias, luego del recorrido emocional desde la amígdala cerebral. Por eso, tenemos que desarrollar una estrategia para forzar este enfoque que no sale naturalmente. Lo que sale natural es quedarnos en las emociones que te empujan a postergar.
Tenemos 2 maneras de hacerlo:
a) Neutralizando las creencias. Una vez identificadas las creencias limitantes, que mencionábamos en el paso anterior, podrás poner la energía en ver cómo superarlas o minimizarlas.
Por ejemplo, para neutralizar o buscar alternativas ante la creencia “Lo voy a hacer mal”, piensa situaciones similares donde te parecía lo mismo y pudiste. Por otro lado, desglosa la actividad en partes y separa las que de pronto son más complicadas, pide ayuda, lee y estudia.
b) Focaliza en el objetivo superior. tenemos que recordar el objetivo superior que nos propusimos y de la cual esa tarea en concreto es parte. Si lo hacemos bien, la amígdala cerebral, en vez de alertarnos del peligro, se conectará con el placer que produce el logro, a partir de la liberación de dopamina. Los objetivos superiores nos dan motivos para movernos a la acción: el poder, el reto, los logros, las relaciones con las personas, trabajar en equipo y cooperar, el disfrute y el placer, aprender, la autonomía, la seguridad, la comodidad, poder contribuir a algo más grande que nosotros, etc. Estos objetivos son diferentes en cada uno; por eso, una pieza fundamental en la activación es conocer los que nos motiva detrás de la tarea que es parte de algo mayor. A mi personalmente me motiva el poder desafiar la tendencia que me limita, para tener más control sobre mi vida. Pero cada uno debe descubrir su propia limitación.
¿Me contás cómo te fue? Me encantaría que nos escribieras y contaras tu experiencias.
En el próximo post vamos a estar hablando de otra tendencia que nos saca tiempo, el multitasking.
Y si querés seguir perfeccionando la gestión de tus prioridades👇
Disponible también en formato In Company.
Por consultas o inscripciones: contacto@coachingdeltalento.com